Las primeras
empresas en el sector industrial surgieron a fines del siglo XIX y se fueron
incrementando en los primeros decenios del siglo XX.
La industria
comenzó a desarrollarse desde comienzos del siglo XX a base de los beneficios que le brindó la
primera guerra mundial, de la expedición de ciertas leyes proteccionistas, de
la ampliación del mercado motivada por una elevación de los ingresos en las
zonas cafeteras.
Con la guerra de los mil se tuvo que cerrar la mayoría de las empresas artesanales en el
oriente colombiano dando lugar al
desempleo de una población
predominantemente femenina.
Fue
Antioquia, más precisamente Medellín, en donde se inició la fabricación de
telas, por parte de los antiguos agentes distribuidores que antes las traían de
Inglaterra. Antioquia presentaba unas condiciones especiales tales como la de
tener arruinadas la minas, por las dificultades para importar debido a la
guerra de los Mil Días, por haber sufrido menos en esta guerra, por haber
practicado desde antes la asociación de capitales en las explotaciones mineras,
y por tener un suelo muy pobre y montañoso.
En 1906,
aparece, con 102 telares Fabricato, en Bello. En 1908, inicia Coltejer, que más
tarde se convertiiría en el más importante complejo textil de Latinoamérica. Se
funda también Posada Tobón y Compañía dedicada a la producción de bebidas no
alcohólicas.
Así, concentradas en Bogotá, emergieron entre las décadas de 1830 y 1850 fabriquitas de loza, ácido sulfúrico y tejidos de algodón, que aprovecharon la fuerte pendiente de los cerros para mover tornos y telares mediante la energía hidráulicas de ruedas de paleta. Este primitivo esfuerzo murió casi en la cuna, al no poder superar las trabas naturales de su dependencia de la abundancia o escasez de aguas, unido a la competencia desigual con los productos extranjeros de superior calidad.
Un segundo parto, de mejores auspicios, fue el de la producción de hierro, cuyo origen se confunde con las gestas de independencia en la búsqueda de minerales de plomo y hierro para fabricar municiones y cañones con los cuales enfrentar la reconquista española. Empezó a surgir, entonces, el sector de las ferrerías, es decir, las pequeñas fábricas de hierro con altos hornos, martinetes, refinación y fundición de hierro primero en la población de Pacho en 1827, donde la instalación, de este capital fijo inicial exigió la asociación de embrionarios capitales que provinieron de las minas de sal, esmeraldas, oro y plata, y del comercio. Pronto el negocio se consolidó, atrajo capital extranjero, y fue objeto de varios golpes de mano para apoderarse de él, como el de la crisis financiera de Bogotá de 1842.
Promisorio, el pequeño sector de hierro se diversificó regionalmente con la ferrería de Samacá en 1856, la de La Pradera en 1860 y la de Amagá en 1865, donde "iron-masters" ingleses traídos a Pacho o ingenieros franceses aportaron su pericia. El mercado del hierro nacional pareció consolidarse, aunque la dependencia de la energía hidráulica determinó que los altos hornos permanecieran apagados a veces hasta seis meses. El vapor sólo llegó en la década de 1880 a Samacá y La Pradera, quizá un poco tarde, porque la vinculación estratégica entre este sector siderúrgico y su principal cliente, los ferrocarriles, nunca se dio. Los primeros rieles nacionales, objeto de inusitado entusiasmo patriótico, se fabricaron, ciertamente en La Pradera en 1884. Sin embargo, como los yacimientos de hierro nunca fueron objeto de una prospección geológica estricta para determinar su calidad y su cantidad, el hierro producido resultó a la postre rechazado por el gran consumidor, que exigía acero para rieles y equipos en vez del quebradizo hierro. Las ferrerías se fueron cerrando y sucedió que los altos hornos tuvieron una vida útil más larga que los yacimientos, cuando lo lógico hubiera sido lo contrario (ver Credencial Historia Nº 43, julio 1993, pp. 8 a 13).
Si el país no alcanzó la revolucionaria asociación entre carbón, hierro y ferrocarriles, acumuló en cambio experiencias. La figura del capitán de industria --o sea, aquel que era capaz de trabajar a base de capital fijo con el indispensable cálculo de capital mediante la contabilidad-- se consolidó, apoyada en el café, en minas de oro y plata y en la experiencia interna y externa de los ferrocarriles; éstos a su vez fueron creando la infraestructura necesaria para un gran mercado interior, de que carecieron las ferrerías; por último, las máquinas empezaron a ser movidas ya no por primitivas ruedas hidráulicas ni por incómodas máquinas de vapor, sino por versátiles motores y dinamos eléctricos. En condiciones de establecer un cálculo racional de sus costos surgieron, así, experiencias industriales aisladas como Bavaria, primero en Santander y luego en Bogotá; fábricas de tejidos y astilleros navales en la Costa Atlántica y fabriquillas de productos de primera necesidad en Medellín, Cali y Bucaramanga.
Varias
razones explican la superioridad alcanzada en el contexto nacional en
tan poco tiempo, una de ella es
de carácter geográfico. Su ubicación sobre la margen occidental
del río Magdalena y la cercanía al mar le permitieron conectar a
Colombia con las Antillas, Estados Unidos y Europa. Solución mínima
al atrasado sistema de transportes y comunicación existente en
Colombia para la época. Para ello, Barranquilla utilizó puertos
marítimos satélites localizados en la bahía de Sabanilla.
La
segunda razón es consecuencia directa de la primera. Al erigirse
como el puerto más importante en el siglo XIX, el comercio y el
transporte primaron sobre el resto de actividades económicas. El
establecimiento de la navegación a vapor, la construcción del
ferrocarril Barranquilla-Sabanilla a finales del decenio de 1860, el
crecimiento relativo de las exportaciones de tabaco, quina, algodón,
cueros, café, etc., así como de las importaciones en el período
1850-1882, afianzaron la supremacía comercial de la ciudad.
Una
tercera razón que imprime rasgos peculiares a la ciudad es la
composición de su estructura social, caracterizada por la presencia
de un considerable grupo de inmigrantes extranjeros que se vincularon
a las actividades económicas fundamentales, como lo fueron el
transporte y el comercio, desde donde "contribuyeron a aportar
un espíritu empresarial (conexiones con el extranjero, conocimiento
administrativo y contable, formación técnica, mentalidad de
aventurar inversiones, etc.) que se encargaría de crear las
condiciones, a través de una transmisión de enseñanzas y
experiencias, para que algunos empresarios nacionales se decidieran a
arriesgar inversiones en ensayos
manufactureros
La industria de baúles (El porvenir de Barranquilla, núm. 3, julio 12 de 1898) |
Carrera del Progreso (Coección Librería Diez. Barranquilla).l |
Industrial Barranquillera durante el siglo XIX
Aunque al parecer La Industria se instaló sin auxilios oficiales, ni derechos exclusivos, las vicisitudes vividas llevaron a sus propietarios a solicitarlos, por terceras personas, en la asamblea legislativa del Estado Soberano de Bolívar, y en algunos casos a utilizar lazos familiares y políticos para neutralizar la instalación de fábricas que significaran competencia.
Como se mencionó antes, Martín, hermano de los empresarios Salzedo Ramón, fue presidente encargado en el Estado del Magdalena, y otro, Pedro Salzedo Ramón, fue diputado en la asamblea legislativa del Estado de Bolívar. Desde ese puesto combatió la concesión de un privilegio "por 10 años al Dr. Jacinto Consuegra para la fabricación en Barranquilla de velas esteáricas"; aprobado por la mayoría de los diputados, la concesión del privilegio se convirtió en la "ley 10 de 1879"
Tal vez a raíz de este hecho, el diputado Pedro Salzedo Ramón se mostró "imparcial" a la hora de votar aunque fue proposición suya— el artículo donde se destina "del tesoro del Estado la suma de Diez mil pesos ($ 10.000), para auxiliar a otras fábricas de las establecidas en el Estado i que, ajuicio del poder ejecutivo, merezcan apoyo oficial". El artículo lo modificó otro diputado en estos términos: "Destinase del tesoro del Estado la suma de dos mil pesos ($ 2.000) para auxiliar la fábrica de aceite establecida por el Sr. Rafael Salcedo; ($2.000) para la dejabón establecida por el Sr. F. 1. Palacio; i seis mil pesos ($ 6.000) para distribuirlos en cualesquiera otras fábricas que se establecen en el Estado sin privilegio. Negada [...] Excusóse de votar el C.D. Salcedo Ramón [...] [quien] insistió modificación pero combatiendo el privilegio [...] [nuevamente] negada [...] proyecto archivado"
Favorecido con un privilegio y un auxilio de cuatro mil pesos ($ 4.000) estuvo Eustacio Barros "un hombre pobre honrado i trabajador, [que] luchando contra varios inconvenientes, acaba de establecer al Oriente de la Ciudad de Barranquilla, en el punto denominado ‘La Loma’, una fábrica de fundición para obtener toda clase de objetos de hierro"; tales concesiones se justificaban "para premunir al Sr. Barros de toda continjencia i eventualidad [...] en cuanto al auxilio de $ 4.000 [...], el [que] está justificado, ya por la necesidad que la empresa tiene de ese auxilio, por ser pobre el empresario, ya por la decidida ayuda i protección que nuestro gobierno dispensa a toda obra industrial"
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